El presidente valiente

Aunque acostumbro a publicar los fines de semana, hoy 24 de junio de 2016 hemos sabido que el pueblo británico ha decidido salir de la UE en un referéndum conocido como “Brexit”. Lo cierto es que el margen ha sido escaso, pero suficiente. A los que piensan que una decisión así debería contar con una mayoría cualificada, les digo que las reglas del juego son las que son y las partes las aceptan antes de empezar el partido.

El impulsor del Brexit no ha sido el Primer Ministro británico David Cameron, pero sí ha sido el propio Cameron quien ha defendido que la posible salida de su país de la UE se someta a referéndum, al igual que lo hizo con la posible independencia de Escocia.

Coherencia, dignidad

Cameron se jugó el puesto ya con el referéndum escocés, un ejemplo de democracia avanzada de la que países como España tienen mucho que aprender. Finalmente ganó la opción “brit” y los escoceses se mantuvieron. De no haber sido así, David Cameron hubiera dimitido. Hoy lo sabemos con certeza.

La honorabilidad de la dimisión

A pocas horas de conocerse el resultado del Brexit, Cameron ha convocado a la prensa delante del 10 de Downing Street para anunciar su dimisión, ya que él hizo campaña por la permanencia en la UE.

Liderazgo, transparencia, coherencia

La dimisión no es el final de una carrera política. Es el final de un cargo, de un mandato, pero no de una carrera política. Poco tiene que ver con un cese. La dimisión es una decisión personal que se toma de forma libre con la guía de los valores que nos han imbuido desde pequeños. Cameron habrá cometido cientos de errores a lo largo de su carrera (y quizás el Brexit sea el más mediático), pero ha sido fiel a los tres valores que deberían sustentar la trayectoria de todo profesional de la política: liderazgo, transparencia, coherencia. Por poner un comparativo, la dimisión equivaldría a un problema de reputación, y un cese a un problema de marca personal. El primero es salvable, el segundo es muy difícil de corregir, ya que afecta a valores pilares.

Envidia cochina

Como ciudadano no británico no puedo sentir otra cosa que una envidia sana por los británicos y su democracia madura. No puedo ni llegar a imaginarme al presidente del gobierno español haciendo algo similar a lo que ha hecho Cameron. En España la gran mayoría de los profesionales de la política tienen asociada la dimisión al final de una carrera. Y quizás no sea más que el principio. Cameron puede optar a cargos políticos superiores incluso al que ha dejado atrás, el tiempo lo dirá, pero su dignidad permanece intacta.

El 26J

A pocos días de las elecciones españolas del 26J, una repetición del 20D 2015 en que los líderes políticos fueron incapaces de hacer política y acordar un gobierno de consenso, hemos sabido a través del diario Público que ha existido un complot planificado desde los organismos del Estado para desprestigiar a los líderes del movimiento independentista catalán, una especie de Brexit pero en clave interna.

Falta de dignidad, mentira, manipulación

Una escucha en el despacho del ministro del Interior Jorge Fernández Díaz ha permitido conocer con detalle una trama en la que se pretendía desgastar y desprestigiar el movimiento independentista (conocido como el procés) a costa de crear falsas informaciones en torno a los defensores de este movimiento, utilizando organismos oficiales como la Fiscalía del Estado, y con el conocimiento del propio presidente Mariano Rajoy.

Pero claro, ni Fernandez Díaz ni Mariano Rajoy son Cameron: no dimitirán. Para ser como Cameron se necesita tener ADN político, y ser fiel a los tres valores pilares de liderazgo, transparencia y coherencia. Deja que te pregunte, ¿crees que nuestro presidente abandera siquiera uno de los tres?

Spain is different

Aquí rige la inmunidad. Todo vale. Y no solo eso, Fernández Díaz se defiende atacando la forma (las escuchas ilegales) sobre el fondo (la conspiración). ¿Qué confianza nos puede dar un ministro del Interior que permite ser espiado en su propio despacho? ¿No es éste el hombre que debe velar por nuestra seguridad, dando el miserable ejemplo de no velar por la suya propia?

Aquí todo vale, y más en campaña. Hace solo una semana, Albert Rivera se despachó a gusto manifestando en Sevilla que “los catalanes nos partimos la cara por hablar castellano o catalán en Cataluña”. Y no pasa nada. Mi mujer, de ADN catalán, no ha hablado jamás catalán en Barcelona ni en ninguna otra parte: y jamás en 50 años nadie le ha dicho nada, nadie la ha mirado mal, nadie la ha insultado y nadie le ha partido la cara. La demagogia es parte de la marca del político, lo entiendo, pero no hay que confundirla con la mentira.

Aquí nuestros líderes no son Cameron. No tenemos un presidente valiente; y los candidatos de la oposición distan de serlo. Una lástima. ¿Y quieres saber lo peor? El 26J les seguirás votando.

Si no lo has leído ya, da un vistazo a este post de Andrés Pérez Ortega de hoy mismo acerca de marca personal y política. Y, sobre todo, no te pierdas el vídeo final.

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