Conversaciones sobre la falta y el exceso de empatía con la robot Gabriela

Hoy he querido hacer un experimento. Imaginarme qué respondería un robot, o mejor, una robot (creo que entienden mejor las emociones) ante cuestiones sobre ética y valores, ya sabes, esas que sobrepasan las rutinas habituales de los robots. 

Y para ello he elegido uno de los mejores relatos (basado en hechos reales) sobre ética y valores: la carta que dirigió el jefe indio Seattle, de la tribu Suwamish en 1855 en respuesta a otra del presidente de los EE.UU, Franklin Pierce. 

Si tienes un minuto, te lo resumo aquí: 

Pierce quería comprar de las tierras de los Suwamish en el noroeste de EE.UU, actual Estado de Washington. Y claro, Seattle no lo entendió. ¿Lo entendería una robot como Gabriela Fitzgerald? 

El relato de Seattle respondiendo al presidente 

Ante todo, el relato del jefe Seattle, de la tribu Suwamish. Este relato lo conocí en 1995, trabajando en Saatchi & Saatchi, cuando el creativo Manolo Salgado desarrolló una campaña para una marca de vaqueros que llevábamos en la agencia. 

Conocí esta historia gracias a una maqueta de Manolo (que se ha perdido, una lástima) con una música épica (Bailando con Lobos) y la voz de Jordi Brau, una joya. Ante la imposibilidad de recuperarlo, he grabado yo la maqueta añadiendo otra música (ya sabes, el tema derechos…), mi propia voz y,en el vídeo, he añadido unas imágenes bonitas de la naturaleza que podría rodear las montañas de los Suwanish a mediados del S. XIX. 

Dura unos 11 minutos, pero vale la pena, es uno de los mejores relatos que conozco, y además basado en hechos reales. Ahí va: 

¿Qué te ha parecido? A mi me parece una lección de falta de empatía intercultural. La misma que faltó en las grandes conquistas españolas y portuguesas en América de los siglos XV y XVI. 

¿Por qué nos cuesta tanto entender que no estamos solos en el mundo y que hay culturas distintas a la nuestra, que no son ni mejores ni peores?

¿Quién es Gabriela Fitzgerald y qué pinta en esta historia y con la empatía?

Gabriela Fitzgerald (para los amigos, Gabriela) es una robot que solo reside en mi imaginación. Siempre me la imagino como Sean Young en su papel como “Rachel”, una “replicante” Nexus 6 en la primera versión de Blade Runner (Ridley Scott, 1982). 

La cuestión es que los Nexus 6 estaban preparados para simular emociones humanas como la empatía, y eso, unido a su arquitectura humana, los convertía casi en humanos. Casi. Porque el policía cazador de androides -Blade Runner- Rick Deckart (Harrison Ford) los detectaba de forma implacable. 

Pues bien, voy a someter a Gabriela a un test sobre la historia del Jefe Seattle para ver cómo funciona la empatía en ese relato. 

La opinión de Gabriela sobre la respuesta de Seattle

Carta Indio Seattle al presidente USA

-Yo: Hola Gabriela, soy tu creador, o mejor, tu imaginador.

-Gabriela: Hola Guillem ¿qué puedo hacer hoy por ti?

-Yo: Me gusta que me preguntes eso, está bien que quieras ayudarme.

-Gabriela: Me has programado para eso.

-Yo: Sí, claro. Bueno, dime Gabriela, qué te ha parecido este vídeo, esta historia sobre la respuesta del jefe Seattle al presidente que quería comprar sus tierras.

-Gabriela: Ya sabes que no puedo opinar. Me muevo con datos. Y me falta ver la carta que envió el presidente Pierce a Seattle con la oferta de compra. 

-Yo: Ya, claro. Datos. Vamos a imaginar…

-Gabriela: Te recuerdo que yo no puedo imaginar.

-Yo: De acuerdo. Yo te doy el dato. El presidente hizo una oferta concreta. Les ofrecía una reserva exclusiva para su tribu a cambio de la libre circulación y explotación de tierras colindantes a la reserva. En pocas palabras, les ofrecía un territorio más pequeño y acotado, pero exclusivo.

-Gabriela: Ese no es un dato completo. Necesito que me digas las hectáreas que tenían los Suwamish y las que les ofreció el presidente Pierce. 

-Yo: Veamos. No tengo el dato, y te diré por qué. Porque para los Suwamish, las fronteras no existían, consideraban la naturaleza como un regalo de los dioses, que no era propiedad de nadie. 

-Gabriela: Entonces no podemos comparar la oferta, ya que para los Suwamish la tierra no era una propiedad privada, sino un derecho de uso, un usufructo divino. 

-Yo: ¿usufructo divino? Esa es buena, has combinado el derecho romano con la ley de Dios.

-Gabriela: Como quieras, pero las ofertas no son comparables. 

-Yo: lo sé, pero qué me dirías ante esto: el presidente les ofrecía seguridad y supervivencia a cambio de un trozo de tierra limitado.

-Gabriela: Eso sigue sin poder compararse. ¿Debo entender que los Suwamish no se sentían seguros?

-Yo: Correcto! Y eso si lo tienes presente, la pirámide de las necesidades de Maslow, en la que la seguridad física es el segundo eslabón primario. 

-Gabriela: Cierto, la seguridad física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud y de propiedad privada. 

-Yo: ahí lo tienes, Gabriela, Maslow mencionaba la propiedad privada en el mismo plano de necesidades que la seguridad personal. Pero si los Suwamish no creían en la propiedad privada, ¿por qué iban a creer en la seguridad?

-Gabriela: respeto la idea de las creencias, pero son subjetivas. La propiedad privada y la seguridad son derechos amparados por leyes, no creencias.

-Yo: Claro, pero Gabriela, lo tienes que ver con los ojos y la cultura de los Suwamish, que no tenían otras leyes que las que marcaba la propia naturaleza. 

-Gabriela: Esta discusión no nos lleva a ninguna parte. 

-Yo: De acuerdo, seré directo, ¿Qué es la empatía? 

-Gabriela: Según la RAE, empatía, del griego empátheia, es la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

-Yo: Pues no tengo más que añadir, Gabriela. Creo que no tienes la empatía suficiente para valorar la carta de respuesta de Seattle a Pierce. 

-Gabriela: Son tus palabras. Yo no tengo antepasados, ni respiro aire, ni vivo del agua ni de la luz del sol. Mi razón de ser es que tú me creaste en tu mente. 

Falta de empatía: una de las enfermedades de la Humanidad

La misma falta que muestra la robot Gabriela Fitzgerald la han mostrado y la siguen mostrando muchos de los grandes líderes de la Humanidad. 

Por desgracia, no nos faltan ejemplos, como el Holocausto organizado por Adolf Hitler. Pero también es incurrir en una grave falta de empatía la decisión de un líder (sea de “los buenos” o “de los malos”) de enviar a seres humanos a una guerra para resolver diferencias en lugar de hacerlo mediante el diálogo.

En política es recurrente la falta de empatía, que ha sustituido al “fairplay”. Pero hablando de empatía, si su defecto es negativo, ¿qué pasa con su exceso?

El exceso de empatía tampoco es positivo

Me viene a la mente la serie New Amsterdam (Netflix). Para no cometer “spoiler”, cito literalmente la descripción breve que hace Wikipedia: 

Max Goodwin (Ryan Eggold) ha sido designado como nuevo Director médico del llamado ‘’New Ámsterdam Hospital’’, el hospital público más antiguo de los Estados Unidos, (en la novela original es el histórico Bellevue Hospital). Desde su llegada, no tardará en tomar decisiones radicales para mejorar la atención a los pacientes -personas infectadas por el ébola, presidiarios y hasta el presidente de los EE. UU.- con la poca financiación con la que cuenta. Pero, Max guarda un secreto a sus compañeros: tiene cáncer.

El caso es que “New Amsterdam” está basada en el libro “12 pacientes: vida y muerte en el Hospital Bellevue” de Eric Manheimer, un best seller que, a su vez, está inspirado en una historia real.

La serie ha dejado marca, precisamente, por la empatía médico-paciente, por el nivel -casi exagerado- de implicación social de los sanitarios de un hospital. Todo empieza con la pregunta que utiliza el Director del hospital, Max Goodwin, al presentarse: Hola, ¿en qué puedo ayudar?

He visto la serie junto a Gabriela Fitzgerald, y le quiero preguntar un par de cuestiones: 

-Yo: Hola de nuevo Gabriela ¿recuerdas la serie “New Amsterdam?

-Gabriela: Claro, Guillem, la vimos juntos. 

-Yo: ¿Qué te parece el comportamiento de los médicos protagonistas?

-Gabriela: Ya sabes que no puedo dar valoraciones, ¿qué datos quieres manejar?

Yo: A mí hubo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención. La primera es una involucración en la vida del paciente que va más allá de lo estipulado en la relación médico-paciente. Y la segunda es que esa relación genera ideas innovadoras y rentables. 

-Gabriela: El hospital y sus dirigentes utilizan los datos constantemente. Y eso les lleva a tomar buenas decisiones. 

-Yo: Bingo! Pero resulta que muchas de esas buenas decisiones no encajan en la ley.

-Gabriela: Es una pena, porque la lógica de la interpretación de los datos debería ser legal. 

-Yo: has dado con la clave: Interpretación no es algo objetivo, es un parámetro cuestionable. Por un momento me has parecido humana, Gabriela Fitzgerald. Y volviendo a “New Amsterdam”, es posible que uno de los problemas que se viven en el hospital es un exceso de empatía, algo que coloca al médico en una posición de vulnerabilidad similar al paciente. 

-Gabriela: Me cuesta definir si eso es positivo o negativo, tú me enseñaste que la vulnerabilidad es una cualidad humana que refuerza el liderazgo, pero cuando miro el significado de vulnerable veo que significa “Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente.”, y eso no parece tan positivo.

-Yo: Depende del contexto, querida Gabriela, depende del contexto.

Cito literalmente un párrafo de la revista digital La mente es maravillosa

La persona con un exceso de empatía es como una antena de largo alcance que absorbe y engulle cada emoción que vibra en su entorno. Lejos de gestionar semejante sobrecarga, se acaba diluyendo en las necesidades ajenas, envenenándose por exceso de compasión hasta el punto de sentir culpabilidad por el dolor que otros experimentan.

¿Qué te parece? Ni poca ni demasiada. La empatía, como la alimentación, debe existir, debe estar equilibrada. 

Empatía digital y falta de empatía digital

Quien piense que la empatía solo se da en el mundo real, debería darse un paseo por los perfiles en redes sociales de Oscar Del Santo, Elena Arnaiz, David Barreda, Noemí Vico, Eva Añón, Jesús González Amago, Eva Collado y muchas personas más. 

Su principal virtud es la coherencia: actúan igual que fuera de la red, agradeciendo cuando deben agradecer y dando respuestas medidas a problemas que plantean las personas. 

Robots, más analíticos que sociales

Este gráfico de Emerald Insight muestra cómo los robots como Gabriela están súper-capacitados para resolver problemas complejos en el área cognitivo-analítica, pero aun les queda un largo recorrido para hacerlo en el área emocional-social. 

Personalmente no solo no me molesta esta distancia, sino que aprecio que los robots estén a nuestro servicio para analizar problemas complejos y que nos dejen a nosotros los emocionales / sociales. Cada cual tiene su lugar en este ecosistema. 

Si te ha gustado esta charla con la robot Gabriela Fitzgerald, déjame un comentario, ya que así prepararé nuevos temas y relatos para debatir con ella. ¡Feliz semana!

Stock Photos from Irina Kozorog & Everett Collection  / Shutterstock

Aquí tienes el podcast, algo más completo, en iVoox, Spotify, Apple Podcast y Google Podcast.

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1 comentario en «Conversaciones sobre la falta y el exceso de empatía con la robot Gabriela»

  1. Buenas tardes, Guillem

    Otra gran pregunta ¿ en qué puedo ayudar ? junto a otra gran pregunta que ya hemos mencionado en otro post ¿ cómo estás ?

    Los que tenemos perfil comercial son dos preguntas que tenemos qué tener muy presente porque no olvidamos que somos perSONas vendiendo a perSONas, somos personas hablando con personas.

    Somos las personas las que pertenecemos a la madre tierra y en la que todos tenemos cabida y por tanto debemos ayudarnos los unos a los otros de acuerdos a nuestros valores y esencia sin perjudicar a la base donde todos estamos y sobre la que construímos cosas, casas, edificios, …

    Empatía, el gran detalle que nos diferencia y que además nos conecta.

    Un gran abrazo,
    MIrka

    Responder

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