#FOMO: ¡20 horas sin mi smartphone!

Como ya sabrás, FOMO es el acrónimo de “Fear Of Missing Out”, traducible como “miedo a perderse algo”. 

El escritor Patrick J. McGinnis acuñó el término FOMO y lo popularizó en un artículo de opinión publicado en 2004 en The Harbus, la revista de la Harvard Business School. El artículo se titulaba McGinnis’ Two FOs: Social Theory at HBS, y también hacía referencia a otra condición relacionada, Fear Of a Better Option (FOBO), y a su papel en la vida social de la escuela. El término se ha utilizado como hashtag en las redes sociales y se ha mencionado en cientos de artículos de noticias, incluyendo la versión impresa de The New York Times.

Aquí tienes un resumen en 1 minuto de vídeo:

Aquí puedes escucharlo en el episodio 143 del pódcast Todo deja Marca en iVoox, Apple Podcast, Spotify, Google Podcast o Amazon Music.

Jueves, 4h de la tarde. My smartphone deja de funcionar

El pasado jueves estaba trabajando con mi ordenador. Quise ver si había recibido un mensaje en el iPhone, y vi que está apagado. Qué extraño… hace una hora estaba al 90% de batería, no se había sobrecalentado (estaba sobre mi mesa). 

Suelo trabajar y vivir sin notificaciones (incluyendo Whatsapp), ya que eso me hace poner foco en las tareas. Lo miro cuando quiero, y siempre digo que, si es urgente, me llamen. 

Intento encencerlo de varias maneras, lo pongo a cargar, apreto todas las combinaciones de botones posible. Hasta le digo cosas bonitas en voz persuasiva, ya sabes “eres mi gran compañero”, “nunca me has fallado”, “no te cambiaría por nada” y esas cosas que se le dicen a un iPhone. Que no cunda el pánico, tengo mucho trabajo, pero no puedo prescindir de esta máquina. Me voy a una tienda de telefonía móvil a 10 minutos de casa. 

Parece serio, yo de ti iría a la tienda donde lo compraste

Quien me atendió en esa tienda (Spaziophone Mitre), gran tipo, miró de arrancarlo, leyó en un manual digital para profesionales algunos trucos que yo no conocía, pero nada. Su diagnóstico fue este: “Parece serio, yo de ti iría a la tienda donde lo compraste”. Aprovecha que aun está en garantía me dijo. Faltaban poco más de tres días para que pasaran dos años de la compra. 

Quiero alquilar una moto eléctrica para llegar al Apple Store. No puedo, se reserva con el smartphone. Vaya, empieza el capítulo FOMO. Me pongo a caminar hasta una parada de metro que hay a 15 minutos. Me pongo los auriculares para relajarme con música de Steve Ray Vaughan. Reparo en que no, no puedo escuchar música de mi teléfono. FOMO 2 – Guillem 0. 

El metro es un lugar increíble

En mi vagón habría unas 60-70 personas. Solo una estaba sin hacer absolutamente nada, “badant” (un verbo catalán extraordinario sin traducción, lo más similar sería “encantarse”). Y yo, de pie (nunca me siento), observando a las personas. Todas menos una estaban ocupadas. La mayoría, con su smartphone, otras, con un libro. Muy pocas, conversando. Tres o cuatro, escuchando música con los auriculares. 

Inaudito. Repasé a todo el mundo de arriba a abajo y nadie se dio cuenta. Yo mismo me fijé en cosas como los colores de los asientos, los anuncios publicitarios, las ventanas de emergencia. Pero lo mejor, las caras inexpresivas de las personas, concentradas en sus teléfonos, la mayoría, por los gestos de las manos, visitando redes sociales, y muchas, jugando. 

Yo ya sabía que solo podía observar. FOMO 3 – Guillem 0.

Llego al Apple Store, sin cita previa, claro (y eso es grave)

Apple Store Barcelona

Al entrar en la tienda, 17:30h, le explico a una dependienta uniformada con la manaza que mi teléfono ha muerto y que es muy grave. Ella me pregunta si tenía cita previa. Estuve tentado a decirle que una pitonisa me avisó hace tres semanas que me pasaría esto y que reservara con urgencia una cita previa. Me callé, a veces, el sarcasmo no es buen compañero de viaje. 

Tomó su iPad y me dijo que podía ponerme en lista de espera, pero que eso suponía una hora de tiempo, que me fuera a tomar un café. Me pregunté si tenían máquina de café, pero en seguida reparé que la chica quería decirme “lárgate y vuelve más tarde”. Me largué. 

Antes de salir, le pregunté a la chica si me dejaba hacer una llamada a mi mujer (le había dicho que volvería en 20 minutos, iluso que es uno). “Las normas nos lo prohiben”. 

Salgo a la calle y veo a dos policías urbanos que estaban multando a un chico en patinete. Les pregunto si saben si aún existe alguna cabina telefónica en Barcelona. Me dicen que no, pero que si es urgente me prestan su teléfono. Qué gente tan maja. Así lo hicieron, pero llamé a mi pareja y no contestó (nunca lo hace con números desconocidos).  

Un polícia me preguntó mi nombre y el mensaje a dar si llamaba ella. Les dije el nombre y que, sencillamente, llegaría muy tarde a casa”. 

¿Qué hacer en una hora, sin smartphone -ni nada-?

Es curioso lo despacio que pasa el tiempo cuando quieres que pase rápido. Deambulé mirando escaparates (el Paseo de Gracia de Barcelona tiene algunos), hasta que me cansé y me metí en un bar tranquilo llamado Bonavida, en la calle Caspe. La terraza apestaba a tabaco malo, de ese liado que todo es papel. Entré. Un descubrimiento, un lugar tranquilo, agradable, buena temperatura y con mesa a elegir. 

¿Mesa para uno? Sí. Me trajeron la carta. Era una cocktelería. Pedí una cerveza artesana, por cierto, excelente, de marca Espiga, y unas aceitunas adobadas. Como no tenía nada entre manos, me puse a observar, como en el metro. Paredes insonorizadas de tela, buena decoración, luz ténue pero suficiente para no beber la copa del vecino. Y lo mejor, como siempre, las personas. 

Una chica española hablando casi perfecto inglés con un chico que parecía italiano, bien vestido, bien peinado. Pero no se tenían confianza, podría ser una charla de trabajo. La chica llevaba un top dejando ver su ombligo. El chico, pantones blancos. Otra pareja, en este caso pareja gay, formado por una persona de aspecto indú y otra de aspecto marroquí, vete a saber en qué idioma hablaban. Muy divertidos, su forma de mirarse, de hablar, de beber. A su lado, dos mujeres de unos 40, amigas, hablando en catalán, bien vestidas, elegantes. 

Con eso me entretuve una hora. Eché un poco en falta el teléfono, lo intenté arrancar sin éxito. FOMO 4 – Guillem 0. 

Vuelta al Apple Store, a ver qué dicen

De vuelta, a la hora acordada, me dicen que hay retraso, y que me siente al fondo, en unos asientos sin respaldo. No me siento. Cada 10 minutos se acerca un Apple employee con su iPad, lo lee y grita un nombre. Gritan 6 veces sin mencionar el mío. He esperado fuera una hora y dentro otra. Sin smartphone. FOMO 5 – Guillem 0. 

Pero llega el séptimo (de caballería) al rescate. Un tipo simpático, unos 30 años, pelo teñido de blanco, que en realidad atendía a otra persona, una mujer, cuyo artefacto necesitaba varios minutos de diagnóstico. Genial. Intenta arrancar el iPhone, me pregunta si lo he mojado, si lo te tirado al suelo, si lo he sobrecalentado. Le faltó preguntarme si había jugado a beisbol con él. Negué varias veces. 

Aplicó diagnóstico con varios cables y un Mac Book para la ocasión. “Se puede salvar”. Solo hemos de cambiar la placa. ¿La placa? Sí, la placa base. Vaya, eso equivale al disco duro y algo más. Sí, es eso. Bueno. Y ¿Tardará mucho? Una hora. Eran casi las 8h de la tarde. Pues nada, vuelvo en una hora. Antes, le pregunte a la clienta que estaba atendiendo el Apple man si me dejaba hacer una llamada a casa. Me dejó si teléfono (buena gente) y avisé en casa que cenaría fuera y llegaría tarde. 

¿Qué hacer en otra hora sin smartphone?

#FOMO: ¡20 horas sin mi smartphone!

Suelo cenar a las 8PM, cosa que en España es de frikis o de guiris (como aquí se llama a los turistas). Recordé que muy cerca estaba Ciudad Condal, un lugar de tapas interesantes y cerveza bien tirada. No way. Conté (lo juro) a 27 personas en lista de espera en el exterior, en plena calle. Calculé una hora por lo bajo. Seguí caminando y dí con un bar de tapas en que quedaba espacios en la barra. P’alante. 

Excelente servicio, excelente local (felicidades, La Bodega Anxoita), pero ensaladilla pésima, salmón pésimo, y lo que me salvó fue una cerveza muy bien tirada y una tapa gratuita consistente en tortilla de patatas excelente. 

Ahí, en tiempo FOMO de observación, escuché la conversación entre el maitre y una señora de unos 70 años de origen colombiano que visitaba la ciudad. No sabía que pedir, y el maitre, a quien deberían beatificar con presteza, le explicó plato a plato toda la carta. Le explicó muchas veces que había más cosas de las que se veían en la barra. Le dejó probar un poco de pulpo a feira. Más de 20 minutos que este hombre paciente dejó su tiempo ahí, para que al final la señora decidiera ir a otro lugar. La vida es dura. 

Me faltaba media hora, pedí la cuenta, pagué, y pensé en ir a un supermercado que vi en la Gran Vía para comprar un helado y tomármelo por la calle (me gusta hacer eso). Entre en el supermercado, y compré un Magnum Menta para probarlo. Posiblemente sería mejor de lo que me pareció. La verdad es que muchos de estos súpers pequeños no controlan mucho eso de la cadena de frío, y el helado estaba lleno de cristales de hielo. No valía nada. Lo tiré al container de la orgánica. Llegué al Apple Store 10 minutos antes. Error. 

Tercera -y última- ronda en el Apple Store, la espera continúa…

La buena notícia es que llegué 10 minutos antes, a las 8:50PM y un Apple man me dijo, mirando su iPad, que la reparación ya estaba hecha y me fuera a la mesa del fondo, que en seguida me traerían el artefacto. 

La mala noticias es que el «en seguida» se produjo a las 9:20h, media hora más tarde. FOMO 6 – Guillem 0. Pidió perdón y todo eso, y me dijo: hemos aprovechado el cristal delantero y las cámaras fotográficas, el resto es nuevo. Así que lo tendrás que configurar como si fuera nuevo. 

Vaya, pensé, ¿y no nos salía más a cuenta a todos que me hubiérais dado uno nuevo? En fin, cosas de la manzana. Arrancamos el iPhone y no tenía apenas batería, así que lo enchufamos 5 minutos para poder configuar al menos lo de las llamadas. Así fue. Le di las gracias al Apple man (cada vez era uno o una diferente) y me fui con mi iPhone en mínimo viable exactamente cuando cerraban la tienda, a las 21:30h. 

Metro, casa y copia de seguridad, aun faltaban 13 horas para eliminar el FOMO

Como capítulo final, la vuelta en metro fue tranquila, yo seguía sin poder revisar mi correo, whats, redes… FOMO 7 – Guillem 0. 

Llego a casa, pongo el teléfono a cargar y lo configuro para que haga la copia de seguridad. No veo la forma. Después de 90 minutos, veo que he de borrar (resetear) el teléfono y volver a empezar. Así lo hago. Apreto el botón, “restaurar última copia de seguridad” y al cabo de 10 minutos veo un mensaje: tiempo restante: 13h. 

Me voy a dormir. Ya pasan de las 11PM. Mañana será otro día. FOMO 8 – Guillem 0. 

Lo mejor: Hay un mundo ahí fuera por ver, por saborear. Cada día nos lo perdemos, y quizás ese sea el verdadero “fear of missing out”, el de la vida que no pasa por las pantallas. Gran lección. He decidido que estableceré períodos de “día sin smartphone” al menos un día al mes. Ya te contaré. Gracias por leerme, aunque lo hayas hecho en una pantalla ;-)

Stock photos by Pranch, DavideAngelini & Christian Bertrand on Shutterstock.com

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