Smile
Sonríe, por favor. Este es un principio simple y básico de marca personal, y mucha gente se lo salta.
A nadie le gusta hacer negocios con alguien que frunce el ceño. Es más fácil entablar relaciones laborales con alguien que dice buenos días con una sonrisa.
Esta regla básica fue creada en 1936 por Dale Carnegie en su libro How to Win Friends and Influence People, pero creédme, sigue vigente.
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Convencido de que todo deja marca, ayudo a empresas a conectar mejor con sus stakeholders a través de programas de personal branding (gestión de marca personal) y employee advocacy (programas de embajadores internos de marca).
Socio de Soymimarca e Integra Personal Branding, Brand Director de Omnia Branding, también colaboro con Ponte en Valor, Brandergizers, MoreThanLaw, Noema Consulting y Quifer Consultores.
Participo en diversos programas en IESE, ISDI y EAE, entre otras. Publicitario colegiado, Master en Marketing. Estudiante del grado de Humanidades.
Mi ADN publicitario viene de 20 años en agencias: Tiempo/BBDO, J.W.T., Bassat Ogilvy, Saatchi & Saatchi, Altraforma y TVLowCost entre otras.
Pero sonríe primero desde el interior y deja salir esa sonrisa al exterior porque casi es mejor un ceño fruncido que una sonrisa falsa.
En el libro 59 segundos, de Richard Wiseman, que aborda tópicos de la autoyuda enfrentandolos a experimentos científicos, hay un capítulo que se llama La felicidad es un lápiz.
Dice en él que se pidió a dos grupos que leyesen una tira cómica. Un grupo debía sostener un lápiz en la boca sosteniendolo con los labios y el segundo lo debía sostener con los dientes, sin que sus labios tocasen el lápiz. Para esta última acción, lo más sencillo es sonreir. Pues bien, a los que sonreían les hacía más gracia la tira cómica y se sentían mejor que los del ceño fruncido.
También se pidió a dos grupos que hiciesen una suma de números: unos frunciendo el ceño y otros sonriendo. Los que sonreían pensaban que la operación era más sencilla.
Por lo tanto, sonreir siempre es una buena inversión.
Un saludo,
Celestino Martínez.
Gracias Celestino por enriquecer este post de manera tan sobresaliente. No conocía el experimento de Wiseman, pero corrobora todas las teorías que anteponen la sonrisa a cualquier acción.