Eso, ¿por qué no? Si me conoces sabrás que no soy muy dado a discursos motivacionales ni esotéricos. En mi opinión, las palabras “calidad”, “democracia” y “pasión” se han gastado tanto que han pasado al otro lado, a menudo se utilizan cuando no se tienen. Aunque mi perfil es algo más emocional que racional, tengo claro que trabajo para vivir y que dos y dos son cuatro.
Hace algún tiempo que vengo reflexionando sobre en qué momento nos convertimos en adultos. De niños, nos encanta preguntar constantemente ¿por qué? La curiosidad es el ADN emocional de la niñez, y nos permite conocer más cosas de las que conoceríamos estando callados.
Nunca dejamos de preguntar ¿por qué? pero la diferencia es que cuando somos adultos ya pasamos de la curiosidad a cuestionarnos las cosas. El ¿por qué? adulto a menudo supone una barrera antes de dar un paso adelante: ¿por qué debería hacer eso o lo otro? Esta frase, aparentemente inocente, es a menudo el origen del estancamiento.
Si dispones de poco tiempo, te invito a ver el resumen en vídeo de este artículo en un minuto:
¿Por qué no?
Pienso que el ¿por qué no? es el equivalente al ¿por qué? de la infancia aplicada en adultos. Es una pregunta que quiere superar barreras, miedos, creencias limitantes. Cuando alguien te proponga algo que tu lado racional se resista a aceptar, deja que actúe tu otro lado, el lado salvaje, creativo, y haz que emerja esta pregunta poderosa: ¿por qué no?
Los pros y los contras
Si sólo preguntas ¿por qué?, cierras el paso a las posibilidades. Con el ¿por qué no? generas una doble negación, es decir, estás en la vía positiva para considerar seriamente pasar a la acción y aceptar un reto. Por supuesto, te abres a considerar pros y contras.
Leyendo biografías, siempre llego a la conclusión de que las personas que han llegado lejos han utilizado con más frecuencia el ¿por qué no? que el resto de los mortales. Si das un vistazo a una de las mejores recopilaciones biográficas sobre éxito y liderazgo, el dúo “Aprendiendo de los Mejores” de Francisco Alcaide, verás cómo el ¿por qué no? es un denominador común de progreso.
Tony Robbins se pregunta el por qué
El escritor y conferenciante Anthony Robbins (por cierto, 2º ejemplo de Aprendiendo de los Mejores tras Amancio Ortega) es considerado el mejor mentor en desarrollo personal. No voy a desvelar las razones que llevaron a Francisco Alcaide a incluirlo en su libro, eso sería hacer spoiler.
Sin embargo, hay un punto en el relato personal de Robbins que me fascina: es capaz de explicar su propósito y su propuesta de valor en cinco palabras cortas que requieren dos segundos para pronunciar: I’m the why guy (soy el chico del por qué). Ese es su motor.
Mirad los primeros segundos de su TED para ver cómo se presenta:
https://youtu.be/Cpc-t-Uwv1I
Y justamente la respuesta que consigue de sus clientes, mentees, coachees o quienes le escuchan es invariable: ¿por qué no?
Es un caso absolutamente excepcional. Él quiere conocer tus motivaciones para que luego tú te hagas la pregunta ¿y por qué no podría yo hacer esto o lo otro?
El por qué como propósito
Otros nos han hablado del por qué como propósito. Desde Nietzsche hasta Simon Sinek, pasando por Viktor Frankl, el por qué nos ha ayudado a resolver un puzzle complejo: el de nuestra razón de ser.
En mi lado hippie, creo que pocas empresas y personas del siglo XXI sobrevivirán a la ausencia de propósito. Y aunque existen herramientas para encontrarlo, como el Ikigai, no nos han educado para encontrar respuesta a una cuestión tan compleja.
El por qué no, visto como acelerador del propósito y del plan de acción
Una manera que me parece más oportuna y simple para acelerar la respuesta a una pregunta tan existencial es rompiendo la negación: el ¿por qué? a secas niega, frena, mientras que el ¿por qué no? facilita, posibilita, hace fluir.
Nuestro propósito también es nuestra visión, nuestra aportación a mejorar el mundo, nuestro sueño, nuestro legado. Entonces ¿acaso no es verdad que todos los sueños rompen barreras? Los sueños son ¿por qué no?
Pruébalo. Descubre tu propósito. Y para llevarlo a cabo, repite esta misma pregunta en cada fase del camino, en tu plan de acción.
¿Quieres un ejemplo? Bill Gates y Paul Allen se preguntaron en 1975 por qué no utilizar su software para empoderar a los profesionales. Y no contentos con ello, se preguntaron por qué no podría haber un ordenador en cada casa y en cada escritorio de oficina. ¿Ves ahora el poder de esta pregunta? Es tu turno.
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Convencido de que todo deja marca, ayudo a empresas a conectar mejor con sus stakeholders a través de programas de personal branding (gestión de marca personal) y employee advocacy (programas de embajadores internos de marca).
Socio de Soymimarca e Integra Personal Branding, Brand Director de Omnia Branding, también colaboro con Ponte en Valor, Brandergizers, MoreThanLaw, Noema Consulting y Quifer Consultores.
Participo en diversos programas en IESE, ISDI y EAE, entre otras. Publicitario colegiado, Master en Marketing. Estudiante del grado de Humanidades.
Mi ADN publicitario viene de 20 años en agencias: Tiempo/BBDO, J.W.T., Bassat Ogilvy, Saatchi & Saatchi, Altraforma y TVLowCost entre otras.
Muy interesante propuesta. Preguntar ¿por qué? nos hace buscar motivos en el pasado, ¿por qué no? nos hace enfocarnos en el futuro.
Pero podemos ir más allá y preguntarnos ¿Para qué? Tener definidos nuestros objetivos es la mejor palanca para conseguir aquello que nos propongamos.
Un saludo.