La atracción por las cosas bien hechas: la receta de la abuela
Corría el año 2008. Me encargué de reservar en un restaurante de La Garrotxa, una comarca catalana de suelo volcánico en que la cocina es deliciosa. Llegamos al lugar indicado, no sin antes pasear por La Fageda d’en Jordà, un hayedo en medio de una reserva natural de gran belleza, especialmente en otoño. La sorpresa: nadie abría la puerta del restaurante. Tras aporrear la puerta, un hombre nos dijo que el local estaba cerrado desde hacía años. Pero ¡si yo había reservado telefónicamente y me dijeron que no había problema!.
Se nos hicieron las 3 de la tarde y el hambre acechaba. Para colmo, se puso a nevar de forma imprevista. Mi monovolumen, en que viajábamos 6 personas, no estaba preparado para eso y dio algunos patinazos. Íbamos haciendo kilómetros sin divisar nada hasta que dimos con un desvío con un rótulo a la altura de Hostalnou de Bianya: «Restaurant La Peça, 1 Km». Cansados y hambrientos, nos dieron de comer uno de los mejores platos de fesols que había probado nunca. Cocina sencilla, sopas, ensaladas, carnes a la brasa. Pero en el punto exacto, el de la receta de la abuela. Pocas mesas y poca gente en las mesas, apenas una pareja. Al acabar, unos sillones comodísimos alrededor de una chimenea nos invitaban a una siesta maravillosa.
Menos es más. A veces hay que volver al origen, a lo simple
Hace pocos días, mi amigo y colega Andrés Pérez Ortega trataba de forma exquisita en su post «Qué menos puedo hacer» el asunto de la simplicidad. Mis amigos y yo volvíamos cada año a La Peça porque nos seducía la simplicidad, la calidad sin aderezos innecesarios, la parquedad de un plato de duralex blanco con una sencilla costella amb seques (costilla de cordero con alubias). Y así lo hicimos hasta 2013, año tras año. Siempre poca gente, siempre una chimenea encendida, una buena siesta sin prisas (la familia vivía en la misma masía, no cerraban).
En 2014, desgraciadamente murió una gran amiga del grupo. Era la cohesionadora, la organizadora. No perdimos solo a una gran mujer, perdimos al nexo de unión. Eso nos mantuvo alejados de la visita anual a La Peça. Hasta este año 2018.

La contradicción: menor calidad, pero el local lleno
Al volver cinco años más tarde, nos extrañó ver el parking exterior de la masía lleno de coches. Por suerte, había reservado mesa el día antes. El salón lleno. Nunca lo habíamos visto igual. La chimenea, apagada.
Nos recibió la nieta, una excelente relaciones públicas. Preguntó si queríamos la carta en castellano. Los fesols no estaban en la carta: mal augurio. Preguntamos. Sí, tenían y nos podrían preparar sin problema. La carta seguía siendo muy sencilla, los precios, muy razonables. Pero los fesols no eran los que recordábamos; estaban fríos, poco matequillosos, más parecidos al estándar. Las más de dos horas que invertimos para llegar ahí se nos hicieron largas viendo el resultado. Estaba claro. La abuela estaría enferma o habría traspasado. Así fue. Nos lo confirmó la nieta.
Feedback
La nieta nos preguntó qué tal habíamos comido. Y confesamos que nos decepcionó la calidad de los fesols que recordábamos con tanto cariño. Ella, hablando con su madre, dijo que se atrevería a reproducir exactamente la receta de la abuela, porque cuando era niña se pasaba horas observándola en la cocina. «Recuerdo que esperaba a tener el aceite muy caliente para que las alubias quedaran tostadas y crujientes por fuera y tiernas por dentro».
Al salir, tras un intento de siesta (había demasiada gente y mucho ruido), pudimos comprobar tras una ventana que quien cocinaba no era de la familia. Lo curioso es que a pesar del cambio cualitativo, ahora el restaurante estaba lleno a rebosar. Es difícil concluir que la calidad no importa, y lo que importa es el trato, el lugar… Pienso que la receta de la abuela es algo más que una marca personal, era la marca del restaurante, y parece que esa marca se mantiene por un hilillo.
La esperanza es que la nieta quiere mejorar. Pregunta a los clientes. Pide feedback. ¿Conseguirá recuperar esos fesols de la receta de la abuela? He visto que hay voluntad de recuperar esa marca personal de una mujer a la que no veíamos pero que nos deleitaba con su forma de cocinar.
Yo le doy mi voto de confianza. El próximo año volveré.
Food photo by Nito on Shutterstock.com
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Socio de Soymimarca e Integra Personal Branding, Brand Director de Omnia Branding, también colaboro con Ponte en Valor, Brandergizers, MoreThanLaw, Noema Consulting y Quifer Consultores.
Participo en diversos programas en IESE, ISDI y EAE, entre otras. Publicitario colegiado, Master en Marketing. Estudiante del grado de Humanidades.
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